Numerosas investigaciones han mostrado
que la forma en que "interpretamos" los sucesos negativos influye en
la aparición de problemas emocionales, tales como la ansiedad y la depresión.
“Lo que le haya pasado a otra persona no tiene porque sucederte a ti, por el simple hecho
de que tú no eres ella/él”.
A lo largo de mi labor como psicóloga,
me he encontrado con muchos casos en los que el paciente tenía pensamientos
suicidas por diferentes problemáticas.
Cada uno tiene una vida y unas circunstancias en ellas que
le hacen realizar diferentes actos. Por ejemplo, una chica que tenía depresión;
estaba pasando un bache muy grande en su vida por una enfermedad que a pesar de
haber luchado mucho, volvió a sufrirla. Puede ser que esa persona pensara que
“como me voy a morir, prefiero hacerlo ya que no pasar otra vez por lo mismo;
quimioterapia,....”, y no le encontraba sentido a la vida.
Pero nos encontramos con casos muy diferentes; cuando hay
problemas o acumulas problemas y como guinda del pastel ocurre un hecho muy
negativo a tu alrededor, te derrumbas y piensas en “y si me tirara por la
ventana...” pero al segundo estas pidiendo ayuda porque no lo quieres hacer y
tienes miedo de que tu otro yo “el malo” se atreva.
Los pensamientos, al fin y al cabo, son pensamientos y nada
más, nosotros somos lo que podemos hacerlos realidad o no, pero no por el
simple hecho de que te vengan a la mente quiere decir que tus ideales sean
esos. La cabeza esta en continua actividad, y en ocasiones, de manera
inconsciente nos vienen muchos pensamientos que en realidad no deseamos pero
nos vienen y ya está.
Por ejemplo, el pensar en vivir en una gran mansión, por
pensar en ello, por fantasear, no quiere decir que vaya a ocurrir, ¿no?
Ocurrirá si nosotros hacemos algo para
ello. Pues lo mismo ocurre con pensar en que no voy a encontrar nunca pareja,
voy a ponerme enfermo, no voy a aprobar el examen de química, pesar en la muerte de un ser querido,…, todo
ello no va a ocurrir, a no ser que
vayamos nosotros y hagamos algo para que ocurra.
Pero nuestros pensamientos sí hacen que muchas veces nos sintamos de una u otra manera y actuemos
indistintamente , pero no para llevar a cabo una fantasía imposible o un
pensamiento extravagante, sino para demostrar conductualmente como nos
sentimos; Si pienso en lo bien que me lo
estoy pasando en una fiesta y que no me preocupa nada más que estar con los
amigos y vivir el presente, conductualmente estaré bailando, riéndome,
hablando,... pero si estoy pensando que estoy aburrido, no me gusta la música,
mis amigos son unos frikies porque no paran de tontear con todas las chicas,...
al final me afectará de manera conductual y no bailaré porque me sentiré
ridículo, no tendré ganas de hablar, solamente me limitaré a decirle a mis
amigos que son unos ridículos,... e incluso puede que discuta con ellos y al
final tenga ganas de irme a mi casa porque me sentiré mal.
En fin, nosotros somos los que tenemos
que poner los límites a nuestros pensamientos desde el razonamiento y todo ello
mediante el aprendizaje, el equilibrio emocional y la búsqueda de la felicidad.
Autora:
Emilia Mª Cabanes Amodeo
Psicóloga
Especializada en el Área Infanto-Juvenil y del Adulto
No hay comentarios:
Publicar un comentario