Aprender a
ser padres, algo complicado, difícil y para lo que necesitaremos toda una vida,
asumiendo que cometemos muchos errores y tratando de reconocerlos y modificar
nuestras conductas. A veces nos encontramos con padres que no han sabido
ejercer como tales, y eso hace que en un momento determinado, cuando tienen
serios problemas con sus hijos se pregunten que es lo que han hecho mal, en qué
han fallado... .Es pues lógico que sientan angustia y desconcierto por enfrentarse a una realidad para la cual no
están preparados y es por esto que la
finalidad de esta información es arrojar en lo posible una luz en ese túnel
oscuro en el que a veces puede convertirse la educación de los hijos, y el que
muy a menudo los padres se encuentran solos y sin ayuda.
¿PORQUÉ
SON NECESARIOS LOS LÍMITES?
·
Porque
el niño se siente seguro y protegido
·
Porque las normas les ofrecen una estructura sólida
a la que aferrarse y son una referencia.
·
El
niño ve que los padres son fuertes y consistentes y se sentirá mucho más
inclinado a identificarse con ellos.
·
Ayudan
al niño a tener claros, determinados criterios sobre las cosas y son
referencias constantes.
·
Enseñan
al niño que debe renunciar a veces, que debe aceptar el no y es una forma de
enseñarle a enfrentarse luego a las frustraciones de la vida.
·
El
niño aprende valores : (orden, respeto, tolerancia)
¿CÓMO
SE DEBEN PONER LOS LÍMITES?
Imponer
límites no es fácil. Lo lógico es que tengamos que ir enfrentándonos a muchas
discusiones y al hecho normal de que el niño se saltará muchas veces esos
límites hasta que aprenda. Lo lógico es que desde pequeño, ya desde los tres
años, el hecho de ir separándose de los padres , de ir evolucionando, marque el
que el niño desafíe muchas normas. El período de oposición empieza con el “no”
de los tres años, y la crisis más importante se presentará en la adolescencia.
- Los límites se deben poner desde
pequeños. Hay que enseñarle desde pequeños. Es más fácil ceder
a sus rabietas pero el niño debe saber que el no es no. Debe aprenderlo
desde pequeño. Es una forma de ir educando la voluntad, el pequeño aprende
lo que puede y no puede hacer, porque sus padres mantienen el límite con
afecto pero con firmeza. El
enfrentarse siempre a la misma situación con la misma reacción paterna
hará que el niño interiorice la norma.
- Los límites deben ser adecuados para su
edad. No
podemos pretender que un niño de cuatro años recoja todos los días su
cuarto, o que un adolescente vuelva
a casa a las ocho, como cuando tenía 12 años. Los límites deben ir
adecuándose a la etapa evolutiva
del niño. Deben también ser metas realistas. No le podemos pedir a un
chico de 15 años que ha suspendido todas que para la próxima debe
aprobarlas todas. Es importante que valoremos lo que haya hecho, porque
eso le animará a continuar.
- Los límites deben ser claros y precisos : Requieren una total
compenetración entre los padres. Deben ser muy concretos porque así los
niños lo entenderán mejor. No generales como “debes portarte mejor, tienes
que ser bueno” sino “ sabes que no se enciende la tele cuando comemos” o “
recoge cuando acabes tus juguetes”. No son necesarios los discursos , son
más eficaces las normas claras y sobretodo que el niño asuma lo que se le pide
y porqué, sin demasiados rollos que le desvían del objetivo principal.
- Los límites deben hablarse, darles
explicaciones, fijarlos de antemano, no
dejarlos a la improvisación o al momento de rabia que tengamos, digamos
que deben cumplir tres pasos: se
habla, se les recuerda, hay consecuencias si no se cumplen. Pero debe
hacerse desde la afectividad y el cariño.
- Si le obligamos a respetar
ciertos principios nosotros debemos dar ejemplo, nosotros somos los modelos de identificación en los que el
niño se va a fijar. No podemos castigarle por gritar o ser violento, si
nosotros perdemos el control continuamente y doy puñetazos en la mesa. O
decirle que no se debe mentir y decirle, “
esto no se lo decimos a tu padre”...se debe formar con hechos no
con palabras.
- Procurar darle opciones: Eso hará que
le resulte más fácil cumplir las normas. La libertad de elegir ayuda a reducir las resistencias
en el niño. Por ejemplo: "Es la hora de vestirse, quieres ponerte el
pantalón rojo o el azul”. Si sabemos que odia la verdura cuando es
pequeño, intentar darle otra opción que no sea tampoco su comida favorita,
pero que pueda elegir la que menos le desagrade. Es una forma de que el
tome decisiones, y enseñarle autonomía.
- Darle
tiempo: El debe
ir aprendiendo a respetar las normas y nosotros debemos tener paciencia y
saber que fallará muchas veces. Necesita un período de aprendizaje y
aprenderá más rápido si valoramos cada pequeño cambio, cada intento. El
elogio y el refuerzo positivo es lo que realmente cambia y modifica
conductas. Ayudarle al principio a recoger los juguetes le enseñará mejor
que si le damos gritos porque no ha recogido. Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar.
·
Debemos mantenernos firmes. En cuestiones importantes es bueno aplicar
el límite sin titubeos. Para ser firme se ha de creer que se hace lo correcto;
de lo contrario, se transmite poca convicción al pequeño Por ejemplo si tu hijo está jugando
un videojuego, necesitas antes de expresarle el límite tenerlo tú claro y que no vas a dejarte
influenciar por sus ruegos o por sus lloros. Si es media hora de juego, es
media hora. Lo más importante es cumplirlo.
·
Debemos distinguir qué límites son
inamovibles. Existen
normas que son básicas que no pueden ser objeto de revisión o de diálogo. El
respeto por los demás, por los padres, la violencia, la mentira, no consumir
drogas, etc... Existen otras que son
importantes, pero que admiten revisión o admitir que los hijos opinen siempre
previamente a establecer dichas
normas, por ejemplo la hora de llegada a
casa, la responsabilidad en el estudio, y otras más accesorias y que son más
negociables, determinadas tareas en casa, ropa, corte de pelo, etc...
¿Y
SI SE TRASPASAN LOS LÍMITES? COMO APLICAR CONSECUENCIAS.
Es
importante que los niños sepan de antemano que el incumplimiento de esta o
aquella norma, trae consigo unas consecuencias. Son libres de elegir el
cumplirlas o no, pero deben hacerse responsables de sus actos. Evidentemente
esto se lo enseñaremos poco a poco. A un niño pequeño que no recoge la ropa y
se la ha advertido, la consecuencia será que tendrá que recogerla en vez de ver
los dibujos que en ese momento está viendo.
- El castigo no debe usarse como algo habitual. Pues perderá eficacia, y al niño no le enseñará nada. Cualquier acción (la riña, la
prohibición de televisión y el azote) se verá debilitada con el abuso y no
tendrá los efectos deseados cuando se necesite.
· Deben
ser cortos y proporcionados a la acción.
Si dura mucho hay momentos en los que los niños no saben porqué se
les ha castigado. Ellos deben saber que es el resultado de su acción. Si he
traído una nota de la tutora diciendo que no hace los deberes, podré decirle
que hoy y mañana empleará el tiempo que tenía de televisión en hacer los
ejercicios y así recuperará el tiempo
que perdió . Debemos también darle la oportunidad de que con el cumplimiento de
la norma vuelva a tener los privilegios normales. Si esta semana haces todos
los días los deberes, te dejaré ver 15 minutos más la tele, o leer, o jugar a
la videoconsola o chatear con los amigos. Y nunca, nunca dejarnos llevar por
nuestro estado de ánimo para fijar un castigo. Este debe estar implícito en el
hecho de no cumplir la norma.
·
Deben
ser educativos: Que tengan relación con la norma que se
salte, así rectificaremos mejor la mala conducta . Has llegado quince minutos
tarde, mañana vendrás quince minutos antes, y si persistes iremos aumentando el
tiempo. No tiene sentido que si después
de avisarle de las consecuencias deja la ropa por todo el suelo, que se
le diga que no va a salir una semana. Se le puede decir que ahora debe recoger
toda la ropa y también ayudarnos a nosotros en la colada.
·
No retrase el castigo: si se va a castigar al niño, hágalo
tan pronto como sea posible después de la mala conducta. Las conductas se
controlan mediante consecuencias inmediatas, así que no hay que esperar “hasta
que llegue papá”. Es básico que nos vean seguros y sin dudas.
De ninguna manera “castiguemos” a
nuestros hijos quitándoles el afecto o la atención.
·
Refuerzo
positivo. Premios materiales. Elogios, cariño, besos,…
· Deben ser comprendidos,
debe saber porqué se queda sin tele o porqué tiene que pedir perdón si ha
ofendido a alguien.
- Deben ser firmes: siempre las mismas
consecuencias para las mismas faltas.
- Dar una oportunidad para la buena
conducta: el
efecto inmediato del castigo es enseñar al niño lo que es correcto, pero
hay que darle la oportunidad de que demuestre lo que ha aprendido. Por eso
es bueno darle la oportunidad de rectificar una primera vez y avisar que
de continuar se aplicará la sanción.
Es aún mucho más importante
elogiar al niño cuando hace bien las cosas. Está comprobado que es mucho
más efectivo que los castigos. El elogio y la recompensa puede ser física,
comentarios orgullosos acerca de lo que el niño ha hecho, abrazos, besos, y
también establecer unos premios materiales, o Hay que pillar al niño haciendo también algo bueno, no siempre lo
malo... este es un defecto muy frecuente en los padres actuales.
Ahora quiero añadir un escrito que he encontrado en internet que explica muy bien lo que he querido plantearos y explicaros sobre los límites a los hijos.
Quiéreme así por favor:
No me des todo lo que pido. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes. Si a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple siempre las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también si es un castigo.
No me compares con nadie, especialmente de la familia. Si tú me presentas mejor que a los demás, alguien va a sufrir; y si me presentas peor que los demás, seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo, sobre lo que debo hacer, decide y mantén esa decisión.
Déjame valerme por mi mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices.
No me exijas que te diga el porqué cuando hago algo mal. A veces ni yo mismo lo sé.
Admite tus equivocaciones: Crecerá la buena opinión que yo tengo de ti y me ensañarás a admitir las mías.
Trátame con la misma amabilidad que a tus amigos: ¿ Es que por que seamos familia no podemos tratarnos con la misma cordialidad que si fuéramos amigos?
No me digas que haga una cosa si tu no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas; pero nunca haré lo que tu digas y no lo hagas.
No me digas no tengo tiempo, cuando te cuente un problema mío. Trata de comprenderme y ayudarme.
Con cariño de vuestro hijo...
(Anónimo)